jueves, diciembre 07, 2006

A las once menos veinte de la noche o por ahí un podenco endemoniado con los ojos amago de verdes me entró en el cuerpo por el poro más dilatado que tengo. Subió rumbo hipotálamo y comenzó a ladrar canciones del género chico mientras yo le hacía la segunda voz inconscientemente. He de decir que el perro no ladraba mal y que yo me iba en alguna que otra nota. A eso de las tres y diez, y con las agujas del reloj a punto de darse un beso en el tres, el podenco se pasó radicalmente al hip-hop y, por las volteretas adelante y atrás que yo daba sin apenas darme cuenta, supe que también se había soltado en el baile. Arte no le faltaba al perro y a mí me sobraba sueño. A las cinco de la mañana casi en punto menos dos, cogí unas cuantas bolitas de friskies y me las metí unas por la nariz, otras por los oídos, por ver si el perro comía y callaba un ratillo. Un silencio casi vacío se hizo al instante y yo corrí a echar un chorro de agua por mi ojo izquierdo por si además de hambre también tenía sed. A partir de aquí ya no recuerdo mucho más. Sé que volví a escuchar bajito el tarareo de una canción no sé si de Parrita o de Ana Torroja. Y aun siendo difícil dormirse escuchando a cualquiera de los dos estaba tan cansada que después de aquello sólo sé que he abierto los ojos esta mañana y he pensado en ti.

4 comentarios:

MAR dijo...

Disfrute tu relato, muy bueno,
mis cariños para ti.
MAR

Anónimo dijo...

Visitando a MAR me encntré con vos...te leo..

Anónimo dijo...

Te seguiré leyendo

Zyan dijo...

¿Pero todo esto fue real ? ¿ Tanto lo echaste de menos ?