sábado, julio 06, 2013

El look del verano

(Ejercicios de escritura)

Cuando me quitó la toalla de la cabeza empecé a vislumbrar ciertas zonas anaranjadas. Tragué saliva -o tragué una bola de hierro forjado, no me acuerdo- y con un hilillo de voz la miré a los ojos a través del espejo. 

- Está un poco clarillo... ¿no? -dije intentando omitir las palabras "naranja fluorescente". 

- Qué va, el color del verano -musitó con el tono de voz que se adquiere al repetir ochocientas veces la misma frase. 

Desenfundó el secador y comenzó a agitarlo de arriba a abajo, de un lado al otro. Efectivamente, mi pelo se iba secando y en la misma proporción iba mutando a zanahoria ecológica. 

Miré a un lado y a otro de la peluquería y sólo veía clientas guapas, con peinados favorecedores, satisfechas. Y sobre todo, no veía a nadie con el pelo naranja. Cada vez que una toalla se retiraba de una cabeza yo rezaba en arameo porque se descubriera una maraña naranja. Pero no. Morenos, caobas, rubios, blancos. Ni rastro del color del verano. 

- C'est fini - dijo con una estudiada cara triunfante-. De portada de la Vogue. 

Me miré fijamente clavando los ojos en aquel espejo que me devolvía la imagen de una irlandesa cabreada con cierto aire a mí. 

- Te he dicho que me aclararas el pelo un par de tonos y me has puesto el pelo naranja. 

- Pues un par de tonos, así es como lo llevan ahora en Hollywood. 

No sé si se refería a una nueva película de vikingos pero mi paciencia estaba ya agotada y mi cara se mimetizó con el color de mi pelo. 

-No pienso pagarte por este estropicio, guarra. 

¿Guarra? ¿Por qué dije guarra? Aún no lo sé pero necesitaba insultarla, que se sintiera ultrajada, vapuleada. Que sintiera que le faltaban al respeto. Si hubiese tenido una pistola cargada de balas de tinte naranja no hubiera dudado en usarla. 

- Ahora mismo voy a salir por esa puerta y te voy a poner una queja en la oficina del consumidor. Y no sólo eso, sino que me voy a comprar todas las revistas de moda y te voy a dar con ellas en toda la cara. Y como no salga una sola  puta con el pelo naranja te voy a meter la foto por el culo impregnada en azufre para que la próxima vez cagues naranja. 

Volví a encajar los ojos en sus cuencas y me tomé la licencia de parpadear lentamente mientras hacía una respiración profunda. Me quité la bata negra que me habían puesto a mi llegada y la deposité tranquilamente sobre el respaldo de la silla. Me colgué el bolso y caminé hacia la salida. 

- Buenas tardes -dije a la recepcionista.